¿Quién ganó el debate entre Rivera, Sánchez e Iglesias?

La pregunta es si debía ganar alguien. El primer debate de ayer organizado por El País entre Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias demostró que los candidatos que se presentan a las próximas elecciones generales del 20D saben tejer un discurso y conocen los temas de los que hablan.

El asunto no es baladí; los debates anteriores, encorsetados  por multitud de normas, reglas y por la incapacidad de algunos de los candidatos, eran un muestrario de tácticas políticas, frases huecas y promesas de dudosa verosimilitud. Ayer, el debate fue más fluido porque no estaba Mariano Rajoy, actual presidente del Gobierno, poco ducho en esto de los discursos y que, o se lía como en aquella: «España es una gran nación y los españoles, muy españoles y mucho españoles.» o su cabeza no le da para hacer análisis más complejos que aquello de un plato es un plato y un vaso es un vaso.

Así que, sinceramente, yo no eché de menos a un Rajoy que se habría limitado a atrincherarse tras las consignas escritas por sus asesores. Además, los demás candidatos habrían dedicado más esfuerzos en criticar la labor realizada por el Partido Popular en estos cuatro años que en decir cuáles eran sus propuestas. Y esto fue, para mí, lo más importante.

En mayo de este año, publiqué un post titulado: «Ciudadanos desplaza al PP a la extrema derecha«, en el que explicaba lo importante que sería para España que hubiera partidos de diferentes colores pero dispuestos a negociar y pactar en las cuestiones importantes. En el debate, más allá de quién estuvo más seguro o de quién hizo más propuestas, yo quiero destacar que en el fondo de muchos temas los tres estaban de acuerdo. Pero, ayer, no era el día para buscar similitudes sino para todo lo contrario: explicar a los votantes por qué había que elegir a uno u a otro.

Un gran pacto por la educación, reducir la desigualdad o apostar de nuevo por las renovables, fueron algunos de los temas con soluciones similares, a pesar de que se apresuraban a buscar las diferencias; era lo que tocaba. Solo espero que cuando gobiernen, sea el que sea, cambien el chip y estén dispuestos a poner el énfasis en los puntos en común.

Pero debo admitir que me llamó mucho la atención que Pablo Iglesias, quien defiende como su baza principal no seguir los preceptos de la antigua política, le espetara a Albert Rivera: «Rivera no es de derecha, es de lo que toca», refiriéndose a que es capaz de apoyar a Susana Díaz (PSOE), en Andalucía y a Cristina Cifuentes (PP), en Madrid. Que precisamente Iglesias, que defendía al principio que su partido no era ni de izquierdas ni de derechas sino transversal, sea el que considere como algo negativo que un partido sea capaz de negociar de forma distinta en cada caso, no deja de inquietarme.

No sé, ni me importa, de qué digan que son Ciudadanos o Podemos, lo que quiero es saber si van a saber ponerse de acuerdo, cediendo por el bien de todos y sin líneas rojas que bloqueen las negociaciones. Rivera tiene ventaja en eso porque es el líder indiscutible de Ciudadanos y puede llegar al poder sin deber favores ni dentro ni fuera de su partido. Sánchez lleva una pesada mochila e Iglesias depende de las bases, las asambleas y las plataformas ciudadanas ajenas a Podemos que forman sus candidaturas y eso, admitámoslo, le complica las cosas.

Las asambleas no solo retrasan enormemente la toma de decisiones, sino que pueden bloquear las negociaciones muchísimo más que si todo depende de un pequeño órgano gestor. El ser humano se radicaliza si sabe que la responsabilidad está repartida entre el grupo.

Así que mi pregunta a los candidatos, de haber tenido la oportunidad, habría sido: ¿Están dispuestos a ceder para negociar en favor del país?

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