Cervantes no ve Telecinco

¿Se hace telebasura porque lo ve el público o se ve porque solo hay telebasura? Ese dilema, que se nos antoja muy moderno, ya lo plantea Cervantes en el capitulo XLVIII del Quijote, allá por los primeros años del siglo XVII.

Los creadores de cualquier tipo de espectáculo zafio y de consumo rápido tienen una respuesta rápida ante las críticas: la audiencia. En julio, Telecinco tuvo un 15,1% de share mientras que La 2 de TVE solo un 2,6%. Así que los números están a su favor: Sálvame deluxe, 1.743.000 espectadores, frente a This is opera:ludwig van beethoven, solo 109.000.

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¿Debemos resignarnos ya después de tantos años? ¿Tenemos la televisión que queremos? Cervantes llega a una conclusión muy interesante sobre este aspecto en boca del cura y del maestro. La conversación gira en torno a las obras de caballería y las comedias modernas con respecto a las obras que siguen los preceptos de las obras clásicas. Basta cambiar comedias por telebasura.

El maestro dice que aunque tiene escrito más de cien hojas de una novela de caballería que ha gustado a muchos de los que lo han leído, tanto cultos como necios, no ha seguido escribiendo pues se ha puesto a pensar en las comedias que se representan y que: «Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, y no de otra manera, y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos que no opinión con los pocos, deste modo vendrá a ser mi libro, al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, y vendré a ser el sastre del cantillo». 

En el 1600, pues, los autores y los actores (léase productores y presentadores si se quiere) ya usaban el argumento de que hacían aquello que le gusta al público pero, ¿no es verdad que, a veces, productos de calidad tienen tanto éxito o más que los mediocres? El Licenciado también lo dice:

«Y aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, y que más gente atraerán y más fama cobrarán representando comedias que sigan el arte que no con las disparatadas, ya están tan asidos y encorporados en su parecer, que no hay razón ni evidencia que dél los saque. Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces: «Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho?». «Sin duda —respondió el autor que digo— que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra».  «Por esas digo —le repliqué yo—, y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo. Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa.»

¿Jose Luis Moreno habría sido capaz de crear el Ministerio de Tiempo?, teniendo en cuenta que antes de el éxito de Aquí no hay quien viva hubo otras pruebas, sin mucho acierto pero el mismo estilo, como La sopa Boba,

 

es bastante probable que ni sepa, ni quiera saber, pues, al fin y al cabo, La que se avecina le saca más de un millón de espectadores a los ministéricos. Así, el éxito de público las legitima. Lo mismo ocurre con el teatro o el cine. Si una obra es mala, e incluso tiene malas críticas, pero se llena porque el protagonista es un famoso de la tele, ¿por qué no repetir la fórmula tantas veces como sea necesario?.

El cura, amigo de nuestro quijote, se queja de que, siendo lo importante para el poder que la gente esté entretenida con aficiones legales y no ande por ahí usando su ocio en cosas malas, «y que pues este se consigue con cualquier comedia, buena o mala, no hay para qué poner leyes, ni estrechar a los que las componen y representan a que las hagan como debían hacerse, pues, como he dicho, con cualquiera se consigue lo que con ellas se pretende.»

El poder del dinero, que ahora impera, sigue la misma lógica. ¿Para qué complicarse la cabeza con una serie de humor como Plaza de España? (que pasó sin pena ni gloria)

Si se puede hacer Matrimoniadas.

Pero la culpa, en muchos casos, no es de los guionistas o de los autores. Así lo explica el cura:

«Y no tienen la culpa desto los poetas que las componen, porque algunos hay dellos que conocen muy bien en lo que yerran y saben estremadamente lo que deben hacer, pero, como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los  representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez»

No solo la TV, sino también las carteleras de cines y teatros están llenas de espectáculos malos que se consumen tanto o más que los que sí son buenos. Hay que dejar de engañarse y asumir que tenemos la cultura que queremos consumir, aunque eso sea un problema, pues como sigue diciendo el cura:

«este fin se conseguiría mucho mejor, sin comparación alguna, con las comedias buenas que con las no tales, porque de haber oído la comedia artificiosa y bien ordenada saldría el oyente alegre con las burlas, enseñado con las veras, admirado de los sucesos, discreto con las razones, advertido con los embustes, sagaz con los ejemplos, airado contra el vicio y enamorado de la virtud: que todos estos afectos ha de despertar la buena comedia en el ánimo del que la escuchare, por rústico y torpe que sea, y de toda imposibilidad es imposible dejar de alegrar y entretener, satisfacer y contentar la comedia que todas estas partes tuviere mucho más que aquella que careciere dellas, como por la mayor parte carecen estas que de ordinario agora se representan.»

Que la telebasura ha evolucionado con la sociedad española, influyéndola en algunos casos creo que se puede demostrar con los debates, ¿se acuerdan de Balbín? Hoy que ha habido una noticia sobre el ministro Fernández Díaz he encontrado este programa sobre el Opus Dei :

http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-clave/programa-clave-opus-dei-parte-1/998868/

En ese programa-debate  sobre el Opus Dei estaban:

  • Jesús Ynfante- autor de un libro sobre el Opus Dei.
  • Rafael Calvo Serer- Escritor, catedrático de historia y miembro numerario del Opus Dei.
  • Enrique de Castro- Licenciado en Filosofía, licenciado en teología y cura en Vallecas.
  • Mª Angustias Moreno- Ex miembro del Opus Dei y autora de dos libros sobre el tema.
  • Victor Salmador- escritor, periodista y director de periódicos de Sudamérica y Reino Unido.
  • John Roche- Profesor de Historia de la Ciencia en un colegio de Oxford. Ex-miembro numerario del Opus Dei.

En La Clave no había «tertulianos» fijos, porque se llamaba a personas que tuvieran alguna relación directa con el tema, básicamente para que su opinión estuviera fundada en algo, y a pesar de lo espinoso del tema y lo acalorado del debate en algunos momentos, no se descalificaba y se buscaba argumentar. Desgraciadamente llegó Sardá y Jordi González, a poner de moda un tipo de debates que aún hoy siguen llenando la parrilla diaria. Así era su programa de debate Moros y cristianos (Telecinco 1997-2001):

Aparecen los tertulianos profesionales, que lo mismo opinan de Rumasa que del sexo de pago o la llegada de los extraterrestres. Se hacen populares personajes como el Padre Apeles, Aramis Fuster, Ramoncín… Y se pierden los modos porque no se trata de debatir nada. Triunfa el caca, culo, pedo, pis.

El modelo que hoy día pervive es el segundo. Los frikis se quedaron para la prensa rosa pero en los debates un poco más serios no volvieron los catedráticos, sino que se llenaron de periodistas (como si fuera lo mismo) que siguieron poniendo el espectáculo por encima de la argumentación. El sistema se ha exportado a los bares y a las familias, pero también al congreso y a las asambleas. No somos capaces de llegar a ningún consenso. ¿El espíritu de La Clave inspiró la Transición? ¿Sálvame inspira la situación política actual? Ahí lo dejo.

Si Cervantes hubiese visto todo esto, se habría vuelto directo al mismo centro de Lepanto. Él, como solución, a través del cura, propone que todo se resolvería «con que hubiese en la corte una persona inteligente y discreta que examinase todas las comedias antes que se representasen».  Ahora, si quisiéramos, bastaría con apagar la tele o mimar más nuestro voto.

«—Aquí, señor licenciado, es el lugar que yo dije que era bueno para que, sesteando nosotros, tuviesen los bueyes fresco y abundoso pasto.

—Así me lo parece a mí —respondió el cura.»

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