Ya decían los clásicos, que en muchas cosas eran más listos que nosotros, que en el centro está la virtud. Sin embargo, actualmente, vivimos en un mundo de extremos en los que no existe el diálogo y todo es conmigo o contra mí, un mundo en que todos debemos tener una opinión firme y formada, en el que equivocarse, cambiar de opinión o rectificar parece casi un deshonor digno de personas pusilánimes. En un mundo así, yo quiero decir que de la gran mayoría de los temas no tengo claro qué es lo mejor, que quiero tener el privilegio de poder equivocarme y rectificar y que, por supuesto, quiero dejarme convencer por aquellos expertos con firmes argumentos.
Quiero tener el derecho de preguntar y no responder.